Eduardo Jordá
Granada, Septiembre 2009
A veces, en momentos de aburrimiento (un vuelo retrasado, un autobús detenido en un atasco), me pregunto quién me hubiera gustado ser. Y entonces recuerdo que ya me he hecho muchas veces la pregunta, y siempre me he contestado lo mismo: Leonard Cohen. Sí, Leonard Cohen. Desde que leí las notas de la contracubierta de su disco “Greatest Hits”, de 1975 (y las leí en 1975), supe que de alguna forma quería ser escritor. En aquellas notas, Cohen decía que había perdido los derechos de su canción “Suzanne”, pero que no le molestaba, porque un día había oído cantar su canción en una barcaza del Mar Caspio. En cualquier otro artista, esa afirmación podría parecer una fanfarronada. Viniendo de Leonard Cohen, sabíamos que era verdad.
Leonard Cohen es esa clase de artista que siempre parece dispuesto a dedicarnos unos segundos de su atención. Y es esa modestia, esa actitud deferente –no se me ocurre otra palabra-, la que consigue que se haga querer. Cuando pregunto a mis amigos (y sobre todo amigas) cuál es la música que queremos que nos acompañe hasta el final, la unanimidad es absoluta: Leonard Cohen, siempre, siempre, siempre. Y es que hay mil razones para amar a este hombre que mañana actúa en Atarfe, Granada. La más importante, quizá, es que jamás pretendiera soltarnos sermones políticos, pero hay otras muchas.
Nos enseñó, por ejemplo, que toda poesía es una canción, y toda canción es una oración, una súplica, un conjuro. Y nos demostró que la Biblia contenía todo el espectro de la experiencia humana, desde la lujuria exultante del “Cantar de los cantares” hasta el terror inenarrable de la historia de Isaac. Y porque se consoló de sus fracasos leyendo las cartas que le escribían los enfermos mentales, los curas y los policías, esa extraña tríada de admiradores que sólo son posibles en un artista como él. Y porque siempre ha tenido un maravilloso sentido del humor, y cuando grababa con el desquiciado y paranoico Phil Spector el disco “Death of a Ladies Man”, en 1977, el productor le apuntó con una pistola y le dijo: “Te quiero, Lenny”, a lo que Cohen replicó muy flemático: “Espero que sea cierto”. Y porque se atrevió a decir que Hank Williams –que no habría entendido una sola canción suya- vivía cien pisos por encima de él en la Torre de la Canción. Y porque Kris Kristofferson le dijo que pondría el estribillo de “Bird on A Wire” como epitafio sobre su tumba, y porque muchos hemos cantando ese estribillo, pero no como un epitafio, sino como una promesa de vida, un deseo, una esperanza: “Como un pájaro en los hilos del telégrafo,/ como un borracho en un coro de medianoche,/ he intentado, a mi manera, ser libre”. Nadie lo ha escrito mejor. Y nadie lo ha sabido hacer mejor.
Leonard Cohen es esa clase de artista que siempre parece dispuesto a dedicarnos unos segundos de su atención. Y es esa modestia, esa actitud deferente –no se me ocurre otra palabra-, la que consigue que se haga querer. Cuando pregunto a mis amigos (y sobre todo amigas) cuál es la música que queremos que nos acompañe hasta el final, la unanimidad es absoluta: Leonard Cohen, siempre, siempre, siempre. Y es que hay mil razones para amar a este hombre que mañana actúa en Atarfe, Granada. La más importante, quizá, es que jamás pretendiera soltarnos sermones políticos, pero hay otras muchas.
Nos enseñó, por ejemplo, que toda poesía es una canción, y toda canción es una oración, una súplica, un conjuro. Y nos demostró que la Biblia contenía todo el espectro de la experiencia humana, desde la lujuria exultante del “Cantar de los cantares” hasta el terror inenarrable de la historia de Isaac. Y porque se consoló de sus fracasos leyendo las cartas que le escribían los enfermos mentales, los curas y los policías, esa extraña tríada de admiradores que sólo son posibles en un artista como él. Y porque siempre ha tenido un maravilloso sentido del humor, y cuando grababa con el desquiciado y paranoico Phil Spector el disco “Death of a Ladies Man”, en 1977, el productor le apuntó con una pistola y le dijo: “Te quiero, Lenny”, a lo que Cohen replicó muy flemático: “Espero que sea cierto”. Y porque se atrevió a decir que Hank Williams –que no habría entendido una sola canción suya- vivía cien pisos por encima de él en la Torre de la Canción. Y porque Kris Kristofferson le dijo que pondría el estribillo de “Bird on A Wire” como epitafio sobre su tumba, y porque muchos hemos cantando ese estribillo, pero no como un epitafio, sino como una promesa de vida, un deseo, una esperanza: “Como un pájaro en los hilos del telégrafo,/ como un borracho en un coro de medianoche,/ he intentado, a mi manera, ser libre”. Nadie lo ha escrito mejor. Y nadie lo ha sabido hacer mejor.
Gracias, señor Cohen.
7 comentarios:
Wow.
Sus canciones eran para mi un legado de mis padres, un recuerdo de mi niñez. Quizás es hora de volver a conocerlas.
Increibles Quino, me quito el sombrero, si señor
Rafa de Besa
La magia de la música de Cohen atrapada en un instante gracias a unas maravillosas fotografías.
Gracias por compartir las reflexiones (en letra) y las emociones (en imágenes).
GG.
Hay van dos de las buenas:
1- fui este año (2012) a Inglaterra a ver a Dylan con mi hijo de 7 años... festival medio hippy, en medio del campo. Nuestros ojos han visto a Dylan, ya puedo morir en paz :) . Una de las experiencias más bonitas de mi vida: viajar a solas con mi hijo y ver Londres y luego Dylan (aunque a él, claro está: le gustó más el zoo que Dylan)
2- Vi en Atarfe a Cohen, pero dormí en una pensión al lado del crematorio del pueblo y en aquella época no me hubiera importado que me quemaran en él... así que me resarcí este año al ir a Madrid a verlo de nuevo: genial.
3- Visito la isla de Hydra (ya van 4 veces) en Grecia y paso vacaciones allí... si el paraiso existe, debe parecerse a ese. Tuve la ocasión de entrar en la antigua casa de Cohen, la puerta estaba abierta... pero la cobardía (y el barco, que zarpaba) me lo impidió. Espero poder hacerlo y fotografiarme en la cocina :)
4- nos vemos en estepa on the avenue, tangled up in blue ;)
Estuviste en show de Madrid... casi estamos aún allí, que largo, aún así no cantó Chelsea
Sí, se pasó bien, sí. Lástima no poder acompañar a la gira de Cohen por el mundo (¿se te ocurre otra cosa mejor? ah, sí, enganchar en las ciudades cercanas con Dylan :) ) Oye, no sé si has escuchado este "cantante" : Jeffrey Lewis. Tiene una canción llamada Chelsea hotel oral sex song de su album "la última vez que tomé ácido casi me vuelvo loco"... que merece la pena ser escuchada ;)
rectifico: cantante JEFFERY Lewis :)
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