domingo, 29 de noviembre de 2009

Leonard Cohen en Atarfe

EN TRÁNSITO Leonard Cohen
Eduardo Jordá
Granada, Septiembre 2009

A veces, en momentos de aburrimiento (un vuelo retrasado, un autobús detenido en un atasco), me pregunto quién me hubiera gustado ser. Y entonces recuerdo que ya me he hecho muchas veces la pregunta, y siempre me he contestado lo mismo: Leonard Cohen. Sí, Leonard Cohen. Desde que leí las notas de la contracubierta de su disco “Greatest Hits”, de 1975 (y las leí en 1975), supe que de alguna forma quería ser escritor. En aquellas notas, Cohen decía que había perdido los derechos de su canción “Suzanne”, pero que no le molestaba, porque un día había oído cantar su canción en una barcaza del Mar Caspio. En cualquier otro artista, esa afirmación podría parecer una fanfarronada. Viniendo de Leonard Cohen, sabíamos que era verdad.

Leonard Cohen es esa clase de artista que siempre parece dispuesto a dedicarnos unos segundos de su atención. Y es esa modestia, esa actitud deferente –no se me ocurre otra palabra-, la que consigue que se haga querer. Cuando pregunto a mis amigos (y sobre todo amigas) cuál es la música que queremos que nos acompañe hasta el final, la unanimidad es absoluta: Leonard Cohen, siempre, siempre, siempre. Y es que hay mil razones para amar a este hombre que mañana actúa en Atarfe, Granada. La más importante, quizá, es que jamás pretendiera soltarnos sermones políticos, pero hay otras muchas.

Nos enseñó, por ejemplo, que toda poesía es una canción, y toda canción es una oración, una súplica, un conjuro. Y nos demostró que la Biblia contenía todo el espectro de la experiencia humana, desde la lujuria exultante del “Cantar de los cantares” hasta el terror inenarrable de la historia de Isaac. Y porque se consoló de sus fracasos leyendo las cartas que le escribían los enfermos mentales, los curas y los policías, esa extraña tríada de admiradores que sólo son posibles en un artista como él. Y porque siempre ha tenido un maravilloso sentido del humor, y cuando grababa con el desquiciado y paranoico Phil Spector el disco “Death of a Ladies Man”, en 1977, el productor le apuntó con una pistola y le dijo: “Te quiero, Lenny”, a lo que Cohen replicó muy flemático: “Espero que sea cierto”. Y porque se atrevió a decir que Hank Williams –que no habría entendido una sola canción suya- vivía cien pisos por encima de él en la Torre de la Canción. Y porque Kris Kristofferson le dijo que pondría el estribillo de “Bird on A Wire” como epitafio sobre su tumba, y porque muchos hemos cantando ese estribillo, pero no como un epitafio, sino como una promesa de vida, un deseo, una esperanza: “Como un pájaro en los hilos del telégrafo,/ como un borracho en un coro de medianoche,/ he intentado, a mi manera, ser libre”. Nadie lo ha escrito mejor. Y nadie lo ha sabido hacer mejor.

Gracias, señor Cohen.














Rosa y Valle con Cohen en Granada


Fotografías de Quino Castro